miércoles, 3 de abril de 2013

MOMENTOS ESPECIALES #8:



Probablemente estéis pensando que soy muy pesada con los momentos especiales, pero como últimamente he estado revisando los libros, tengo muchos momentos...
Y hoy he visto los libros de Across the universe, y he pensado que no podían faltar, si no sería un pecado...
 Así, que a ver si recordáis este momento del segundo libro de Across the universe.

-Ufff -resoplo. Me da la impresión de que alguien me ha separado las costillas y las ha vuelto a pegar después con celo.
-¡Elder! -exclama Amy inclinándose sobre mí.
-¿Qué ha pasado?
Mi voz suena rara, demasiado aguda. Noto un frío extraño en las fosas nasales, y al llevarme ahí la mano me doy cuenta de que un tubo se introduce por una de ellas para inyectar oxigeno.
-Creo que te moriste un poquito -responde Amy, con un amago de carcajada que se desvanece antes de llegar a sus labios. 
Tiene los ojos enrojecidos como si hubiera llorado o como si llevara mucho tiempo conteniendo las lágrimas. Me quedo quieto un momento y repaso mentalmente todas las partes de mi cuerpo. Miro alrededor: estamos en el hospital.
-Me siento como un montón de estiércol -sentencio.
-Sí, suele pasar cuando te mueres un poquito -responde Amy volviéndose hacia la puerta.
La agarro de la muñeca.
-No te vayas.
-Tengo que avisar a Doc, Me pidió que le avisara cuando despertaras.
-Espera un rato -digo mientras me saco el tubo de la nariz. 
-¡Eh, no hagas eso! -protesta Amy -. Es oxígeno.
-Tengo todo el que necesito. ¿Lo ves? -repongo y doy una buena bocanada de aire. 
Amy arruga el ceño, pero no protesta cuando tiro de ella para que se siente en el borde de la cama. Me muerdo el labio y lo suelto enseguida: tengo los labios doloridos, y cuando me los humedezco noto el regusto metálico de la sangre.
-Pensé que te había perdido -susurra Amy.
Sus dedos me rozan la mejilla y se detienen en la magulladura que me hizo Stevy hace unos días. Me retira un mechón de pelo que me tapa los ojos. Sus manos están frescas, y son tan livianas que apenas las siento.
-Estoy bien -contesto con una sonrisa -. Mejor que bien.
-¿De verdad?
-Amy... -murmuro, pero me interrumpo para inspirar y saborear el aire -. Amy, hemos llegado. Estamos al lado del planeta. Lo hemos conseguido.
Una arruga se dibuja entre sus cejas.
-Amy, lo vi mientras estaba fuera: vi Tierra Centauri.
Ella sacude la cabeza, como si mis palabras fueran pequeñas cuentas que repiquetean dentro de su cráneo.
-Amy, vamos a aterrizar muy pronto.
Ella me mira sobresaltada, y luego su mirada se pierde.
-Podremos reanimar a mis padres -dice lentamente -. No tendré que pasarme toda la vida en esta nave. Podré estar de nuevo al aire libre, ver el sol...
-Los soles -corrijo -. Tierra Centauri  tiene dos soles.
-De acuerdo, los soles. ¡Los soles, Elder! -exclama, y la luz de sus ojos me recuerda a las dos esferas ardientes que iluminan el nuevo planeta.
-Bueno, qué, ¿te parece bien que haya salido fuera de la nave? -le pregunto con una sonrisa -. ¡Solo he tenido que morirme un poquito para que tú tengas al fin un planeta!
Lo he dicho con esperanza de arrancarle una carcajada, o al menos una sonrisa; lo que no me esperaba era que me diera un golpe en el brazo.
-¡Serás idiota! -dice golpeándome de nuevo . ¿Para qué quiero un planeta si tú no estás?
Sus ojos se agrandan cuando cae en cuenta de lo que acaba de decir. Hasta ahora, Amy ha cambiado de tema cada vez que hemos estado cerca de hablar de amor. Pero ahora, en vez de retraerse, se aproxima más a mí. Su melena roja le cae sobre los hombros y me roza el pecho. La brillante alegría con la que ha recibido la noticia es reemplazada por una expresión cálida y tranquila, como una llama lenta pero duradera.
-No quiero aterrizar sin ti -dice con voz grave.
Mi brazo se extiende como si tuviera voluntad propia, se enrosca alrededor de su cintura y la atrae hasta pegar su cuerpo al mío. Siento cada centímetro de su piel: el corazón le late con tanta fuerza que me extraña que no tiemble la camilla. 
Me mira; parece aterrada, pero no hace ademán de apartarse.
Sus labios apenas rozan mi boca magullada. En su beso hay dulzura, inocencia y promesas.

Bueno, y eso es todo... (por ahora).

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